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May, 2021
Sin ni tan siquiera intuirlo nos ha tocado vivir lo que es sin duda el peor momento de nuestro Siglo. Hemos de luchar contra un enemigo invisible, que nos impide acercarnos a nuestros seres queridos, nos sumerge en un mundo incierto y nos restringe la libertad.
Es una realidad que ha llegado para quedarse. Han emergido nuevos aprendizajes, emociones y valores que teníamos desdibujados y nos han hecho experimentar otros que existían en un plano más teórico sin tenerlos muy bien integrados.
La pandemia continúa omnipresente, marcando las noticias, nuestras conversaciones y nuestras relaciones: rebrote, alarma social, nuevo confinamiento, crisis económica... Es un hecho que nos consume la energía y genera cansancio. Continuamos en un estado general de desaliento y parece que esta pesadilla no tenga final. Evidentemente, no podemos alterar la realidad pero, desde un punto de vista psicológico, nos conviene fortalecernos, sea personalmente, sea a nivel colectivo.
Apelando a la evidencia y a modelos conceptuales de la psicología experimental en otras enfermedades contagiosas como el VIH-SIDA, se pone de manifiesto la importancia del comportamiento de las personas, en cuanto adquirimos y mantenemos las conductas de salud. En caso de la epidemia por el COVID-19, la evidencia está demostrando que, independientemente de la etapa de exposición al virus en que pueda estar una persona, ya sea cuarenta, al haber estado expuesta; en aislamiento, al ya estar infectada, o bien post alta del virus, todas las medidas preventivas incorporan medidas comportamentales, que deben tenerse en cuenta en toda toma de decisiones en el diagnóstico, planificaciones e intervenciones públicas y privadas.
En los momentos más duros de la crisis, psicólogos y psiquiatras empezaron a atender a un goteo creciente de pacientes angustiados por la situación. Ahora, en una nueva normalidad marcada por los rebrotes, las consultas atienden entre un 20% y un 40% de pacientes más. Los principales problemas de salud mental incluyen reacciones de angustia, insomnio, ira, miedo extremo a la enfermedad incluso en personas no expuestas. Comportamientos de riesgo para la salud como mayor consumo de alcohol y tabaco, aislamiento social, trastornos específicos como trastorno por estrés postraumático, trastornos de ansiedad, depresión y somatizaciones.
En España, la crisis del covid-19 ha afectado a la salud mental de hasta el 46% de la población, según calcula un estudio de la Universidad Oberta de Catalunya. La investigación apunta a que la mayoría de la población se ha sentido "triste, deprimida o desesperada" durante este periodo.
La cuarentena, concebida como la separación y restricción del movimiento de personas que han sido potencialmente expuestas al virus, ha sido también un factor estudiado. Se han detectado efectos psicológicos negativos, como síntomas de estrés postraumático, confusión e ira. Se plantea la existencia de factores que inciden en la respuesta de las personas al distanciamiento social, como por ejemplo, el tiempo de duración de la cuarentena, temores de infección, frustración, aburrimiento, suministros inadecuado, información inadecuada, pérdidas financieras y estigma.
Nunca podemos estar preparados para hacer frente a una crisis. Pero cuando llega, no queda otra que lidiar con ello, las personas somos más resilientes de lo que creemos. Y si nos volvieran a confinar, la mayoría entendería que está en juego la vida de muchas personas. Aguantaríamos otro confinamiento porque ya hemos visto el daño que puede hacer este virus.
Al principio de esta crisis actuamos según la imposición del confinamiento. Pero ahora que lo que se plantea son recomendaciones, la responsabilidad queda tan diluida que nadie se hace cargo. La clave está en recordar que estamos ante un problema individual y colectivo. Y que nuestras acciones también repercuten en los demás. El curso de la pandemia, pues, dependerá del comportamiento de todos y cada uno de nosotros.
En la enfermedad del Covid-19 se ha apreciado la relevancia de las conductas de las personas, la percepción del riesgo es la clave en las reacciones de las personas. El gran problema de esta enfermedad, está vinculado al comportamiento de los sujetos, la necesidad de cambios en nuestro estilo de vida habitual. Este comportamiento está ligado a nuestras cogniciones, emociones y factores sociales y culturales. De ahí se desprenderá la estimación del riesgo, el optimismo ilusorio “poco realista”, de que ellos no van enfermar.
La amenaza de perder nuestros puestos de trabajo, hace temer que la salud mental de la población empeore. Aunque, según recalcan los expertos, puede que el impacto de la posible pérdida de trabajo no sea tan catastrófico como podríamos creer. Primero, porque muchos ya sabemos cómo gestionar este tipo de situaciones. Y, segundo, porque la angustia que muchos sienten ahora se puede explicar por un fenómeno que conocemos como ansiedad anticipatoria. Produce más malestar imaginar lo que pasará que el suceso en sí. La ansiedad que produce pensar al perder el puesto de trabajo, pues, tiene más que ver con la incertidumbre que con la pérdida en si.
La psicología aporta herramientas que nos ayudan a asumir la realidad que nos toca vivir y llevarlo de la mejor manera posible.
Para superar esta situación y minimizar el coste emocional, hay que invertir tiempo cada día en crear siete “momentos'” o “espacios”, que serían los nutrientes para conseguir una salud mental óptima:
Cuando hagamos estas actividades, resultará imprescindible que tengamos en cuenta tres pilares básicos que figuran entre los mejores predictores del bienestar general: poner atención, conciencia e intención amable en lo que estamos haciendo. Esto, así de simple, en relación con la naturaleza y la cultura, contribuirá a que nos sintamos más felices y saludables.
Sabemos que la crisis económica del 2008 incrementó los trastornos mentales en un 15%. Ahora, cuando nos parece que la pandemia lleva camino de eternizarse en nuestras vidas, es más importante que nunca ser conscientes de cómo nos puede alterar y afrontarlo con optimismo. Llevar a la práctica los consejos que nos aporta la investigación no cambiará la realidad, por supuesto, pero nos puede ayudar a vivir mucho mejor nuestro día a día.
Maribel Pérez Llorca
Psicóloga Sanitaria. Técnica Superior en PRL.
Nº col: 1604
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