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En la primera semana de junio de 2020, recién salidos de la primera ola de la pandemia, cuando todo había sido tan trágico como sorpresivo y difícil de preveer, ya eran evidentes los esfuerzos sin precedentes que laboratorios de farmaceúticas de todo el mundo estaban realizando, para alcanzar con éxito la vacuna contra este Coronavirus.

Era de prever que en los meses siguientes a la primera ola, y tal y como ha sucedido, comenzaran a aparecer vacunas, y todas ellas necesitaran para su aplicación de una planificación a la altura de las circunstancias, tanto de forma organizativa como en recursos humanos y de material.

El único problema de todo esto es que esta planificación tan audaz como era necesaria y palmariamente evidente, estaba y está, en manos de la gente menos capaz y competente, como es la clase política.

Así volvemos a contemplar incrédulos y aterrados, como la absoluta descoordinación, falta de planificación y acopio de los recursos necesarios, como ahora jeringuillas (tal y como venimos oyendo en la prensa), junto con los incumplimientos de las farmacéuticas, nos vuelven a situar en una desesperante realidad, en la que nos movemos continuamente, con la sensación de ir en un barco que sin quilla navega a merced del viento y las mareas.

Os invito a leer este artículo de opinión publicado en este blog en la primera semana de junio de 2020:

Tomas Rosser